(Una Serie de Mensajes dado al Centro de la Familia Cristiana, en Sogamoso, Colombia en enero 2010.)

¿Estamos Listos para la Boda del Cordero de Dios?

(Mensaje dado en la reunión de 8 AM, domingo, el 24 de enero, 2010)

Chris White predicando en Centro de la Familia Cristiana

 

 

No dormí mucho anoche. Sé que no estoy aquí con todas mis fuerzas. Estoy aquí por la gracia de Dios. He descubierto que muchas veces en tiempos de campañas el enemigo viene a atacar durante la noche, pero Dios siempre lo torna para bien. Cuando uno no puede dormir, uno puede orar.

 

 

 Sentí en la reunión de anoche que Dios quiere hacer una obra más profunda en la iglesia. Y estaba orando por ustedes anoche, porque la obra de Dios comienza en la iglesia. Cuando nos arrepentimos y estamos en comunión con Dios, entonces Dios va a moverse con poder por Colombia. Mi trabajo es descubrir todo pecado oculto. Mi trabajo es apuntar a aquello que tú no has perdonado. Mi trabajo es resaltar que aún no le has dado tu vida al Señor en su totalidad.

Estamos preparándonos para una boda, una boda que será para siempre. Pero algunos de ustedes no están listos, y tampoco otros no han nacido de nuevo—son religiosos. De pronto eres de los que va a la iglesia, crees que eres una buena persona. Pero hay algo que tengo que decirte, si tú piensas que eres una buena persona, todavía no has comprendido lo que es el evangelio de Cristo. Porque la Biblia nos dice que aun nuestras justicias son como trapos de inmundicia delante de Dios. Tal vez algunos tienen algo de que enorgullecerse delante de los hombres, pero ninguno de nosotros puede estar orgullosos delante de Dios. Dios quiere que tú seas salvo hoy. Algunos son salvos, pero las vestimentas están manchadas. Eres una novia que se está alistando para su boda, pero tal vez hay manchas o arrugas allí en el vestido. Aquellas personas que dicen, “Tú estás bien”, realmente no son tus amigos. El verdadero amigo es él que te dice, “Oye, mira, tienes una mancha acá, tienes una arruga allá,” para que no pases vergüenza cuando un día estés delante de Dios.

Mi papá fue un pastor en mi juventud, y él y mi mama sirvieron al Señor por muchos años. En nuestra iglesia, muchas personas recibieron sanidad del Señor. Un día, un médico dijo a mi papá, “¡Estoy perdiendo mis clientes!” Pero en realidad, ese médico estaba contento por lo que el Señor estaba haciendo en la iglesia. ¿Mis padres amaban a Jesús? ¡Sí! ¿Dios los utilizó? ¡Sí! Pero eso no quiere decir que Dios ya había terminado la obra con ellos. Porque en el último año y medio de sus vidas, Dios permitió que ellos se enfermaran bastante y casi llegando a la muerte. Mi padre piadoso empezó a perder su memoria por más de un año y empezó a alejarse de la fe. Él perdió su conocimiento de que Jesús es Dios a la edad de 89. Habiendo servido al Señor por muchos años, él comenzó a pensar que Jesús era sólo un hombre. Estaba tan fuera de sí que un día, siete personas del cuerpo médico fueron requeridos para mantenerlo allí. Mi esposa y yo lloramos por mi padre. ¿Qué estaba pasando?

Durante la segunda guerra mundial, la primera esposa de mi padre lo abandonó mientras él estaba allá en la guerra. Él pensó que ya la había perdonado. Pero, un día mi hermana mayor, que se parece mucho a su mamá, dejó una foto de su madre sobre la mesa de mi padre y él explotó furioso. Era una furia demoniaca y mi padre calló quebrantado. El pensó que la había perdonado pero realmente no lo había hecho, y en los últimos días de su vida él perdonó a su primera esposa. Él también perdonó a mi hermana mayor por parecerse tanto a su madre. ¡Qué locura! Pero la falta de perdón te puede volver fuera de sí. Jesús dijo, a menos que tú perdones de corazón a aquellos que te han ofendido, no vas a ser perdonado. En los últimos dos días de vida de mi padre, tuvo paz y supo que iba camino al cielo, porque él pudo perdonar a todos los que le habían ofendido.

¡Debes perdonar! No digas que eres un creyente si aún hay resentimiento en tu corazón y no has perdonado todavía. ¡Debes perdonar!

Mi madre también se enfermó. ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Ella era una mujer amable, muy generosa, servía en lo que podía a otros. Pero en el último año de su vida, el mayor dolor de su vida fue que ella no pudo preparar esa cena de acción de gracias para mi esposa y yo, y también para sus cuatro nietos. Ella amaba a sus nietos con todo su corazón. Ella había servido al Señor toda su vida, pero no tenía paz y le dijo a mi esposa: “Tengo temor del cielo, aún no estoy segura si mis pecados han sido perdonados.” Lo decía una cristiana de más de 70 años, pero ella se había alejado de la gracia y la misericordia. Ella estaba tratando de ser religiosa nuevamente. Ella estaba tratando de ser buena, estaba tratando de ganar la salvación. Uno no puede ganar la misericordia de Dios. Mi esposa pasó una hora hablando con ella. Yo le había compartido a mi madre el salmo 32 y te invitó para que también lo leas. Entonces mi esposa, Pilar, le explicó a mi madre otra vez que es en recibir el perdón de Dios, y perdonando a otros, que somos perdonados.

En ese momento mi madre, quien era la segunda esposa de mi padre, se dio cuenta que aun no había perdonado a la primera esposa de mi padre que se había arrepentido y ya estaba en el cielo. Lo peor de todo, que había dejado su esposo, ya hoy en día estaba en el cielo—porque la puerta al cielo es misericordia y perdón por la sangre del Cordero de Dios. La salvación es un regalo y debes de recibir ese regalo. Mi madre finalmente perdonó de corazón a la primera esposa. Y una tras otra comenzó a confesar los nombres de las personas que aun no había perdonado. Y en el último día de su vida yo le pregunté: “Mami, ¿ahora estás segura que tus pecados han sido perdonados?” Y ella respondió, “Oh sí, ya quiero irme para el cielo. Quiero ver a Jesús.” Esa noche, ella llamó a cada uno del personal médico allí en la clínica, para que fueran a su habitación para hablarles acerca de Jesús—y también para agradecerles por todo lo que habían hecho, tanto por ella como para su esposo que había muerto cinco semanas antes. Esa noche ella predicó el evangelio a la gente, y en la mañana siguiente ella murió en paz con Dios.

Tenemos que ser honestos. ¿Has nacido de nuevo realmente? Hoy es el momento para estar seguro o segura. Y si has nacido de nuevo, ¿estás seguro que todos tus pecados han sido perdonados? Voy a dar dos invitaciones que son muy importantes. La primera es para aquellos que no han nacido de nuevo, que necesitan nacer de nuevo. Y la segunda invitación es para aquellos que si han nacido de nuevo, pero que necesitan confesar sus pecados y transgresiones delante de Dios. O hay alguien que necesitas perdonar. Jesús te está llamando para que te entregues completamente pero todavía has retenido algunas cosas. Cerremos nuestros ojos. Estamos en la presencia del Señor. Hermanos, este es un momento para estar orando. Jesús está aquí llamando a las personas para que salgan de la muerte y entran a la vida. ¡Queremos ver personas que escapan de la muerte! ¡Queremos ver la salvación de Dios! ¡Queremos ver un avivamiento en esta casa, en Sogamoso y en Colombia! Estemos orando.

Si aún no estás seguro de que tus pecados han sido perdonados, y no sabes que realmente has nacido de nuevo, ¡hoy es el momento! Hoy es el día para recibir a Jesús en tu corazón. Te invitaré ahora que salgas de tu asiento y vengas aquí al frente, para que podamos orar por ti. ¡No te detengas! ¡No te detengas! Jesús murió por ti para que sepas que tus pecados son perdonados, para que sepas que Él es tu Señor y tu Salvador. ¡Hoy es el día de salvación! No sabes que tendrás mañana. No te detengas. Si no estás seguro si mueres esta noche que te vayas al cielo, ven aquí rápidamente. ¡Tenemos tiempo porque la eternidad es para siempre! El cielo es para siempre pero también lo es el infierno. Y algunos de ustedes todavía no están en el camino al cielo. Y Jesús quiere que vayas camino al cielo.

“Padre Santo, aquí estamos delante de tu presencia. Reconocemos que hemos pecado. Reconocemos que necesitamos la libertad de toda transgresión, de toda iniquidad, de todo engaño. Padre, venimos a ti por medio de tu hijo Jesucristo que murió por mí, que derramó su preciosa sangre por mi vida para librarme, para redimirme y para salvarme. ¡Gloria a Dios! Hoy es el día de mi salvación. Hoy es el día de una nueva vida, de tu luz resplandeciente en mi vida. ¡No más la oscuridad! ¡No más las tinieblas! ¡No más la opresión! ¡No más las cadenas que me ataban!

¡Gloria a Dios! ¡Soy libre! ¡Soy perdonado! Gracias Señor, me rindo a ti para hacer tu voluntad en el nombre de Jesús, Amén.”

¿Hay alguien aquí que quiere tomar la decisión definitiva? ¡Jesús está aquí! El murió públicamente por ti, y necesitas venir públicamente a Él. ¡Él te ama! Queremos que conozcas el gozo de la salvación. Queremos que conozcas la liberación que hay cuando tus pecados son limpiados. Queremos que conozcas a Jesús como tu mejor amigo, tu Señor, tu Salvador, Él que ama tu alma. De esto se trata todo esto, ¡no hay nada más importante en la vida que tu alma, y tu Salvador! No debe haber nada entre mi alma y mi Salvador. Estaremos algún día dando cuentas allí delante de Jesús, todo el mundo delante de Él, uno por uno allá para dar cuentas por sus pecados. Pero si tus pecados ya han sido perdonados, no habrá juicio para ti, no más temor allí para ti, porque Jesús mismo te recibirá en su reino eterno, y no morirás eternamente. Jesús murió en la cruz, para que no tengas que morir. Él no quiere que tú mueras. Él quiere que tú tengas vida eterna. Él quiere que tú vayas al cielo y no al infierno.

Así que puedes repetir esta oración:

“Padre Santo, estamos delante de ti. Reconocemos nuestra humana debilidad, que solo tu gracia y el poder de tu Espíritu Santo nos puede dar la fortaleza para vencer todo pecado, toda iniquidad, toda falta de perdón. Señor, lávame. Límpiame de todo aquello en que te ofende, Padre. Tú lo conoces! Has una obra más profunda en mi vida. No quiero el engaño, no quiero estar divagando. No quiero tener mis pies en dos lugares. Oh, Señor, aquí me ve. Recibe mi vida, toda mi vida, Señor—espíritu, alma y cuerpo para ser enteramente libre, libre, libre, libre para ti, Señor. ¡Aleluya! Y para que tu Espíritu Santo fluya en mi ser. Para bendecir a otros, para que salen ríos de agua viva de mi ser, gozo y alegría. No más la tristeza, Señor. Oh Dios, gozo para ti, Señor, amor para ti, Señor. Renuévame otra vez y líbrame de todo pecado, para ser una ofrenda aceptable y de olor fragante para ti. ¡Gracias, gracias! ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya! Oh, Señor, bendecimos tu nombre en esta mañana. Te damos la gloria, ¡Amén!”

Hermanos, ¡estas personas han tenido valor! Ellos vinieron rápidamente al frente para confesar sus pecados. Y algunos de ustedes Jesús les está hablando—es tu turno para venir aquí al frente. Esta es la segunda invitación, para que puedas confesar tu pecado. ¡No tengas miedo! ¡No tengas miedo! Ven aquí para confesar delante de la presencia del Señor tu falta de perdón. ¿Quién quiere avivamiento aquí en Sogamoso? Entonces comienza con tu vida primero, confesando delante del Señor tus pecados. Si los cristianos no confiesan sus pecados, ¿cómo podemos esperar que los que no conocen al Señor lo hagan? ¿Si los cristianos no están dispuestos para estar rápidamente delante de Dios, como puede el Señor tocar e impactar esta nación? ¡Hay pecados en tu vida! Jesús te está hablando a ti. Eres un cristiano, pero necesitas una nueva obra en tu vida. Dios quiere hacer algo especial en ti, para cambiar tu corazón, para cambiar tu vida aquí en la presencia del Señor. ¡Oremos!

Puedes orar ahora diciendo:


Christopher N. White ©2010. (Mensaje dado al Centro de la Familia Cristiana, Sogamoso, Colombia, en la reunión a las 8 AM, 24 de enero, 2010.)

Transcripción ©2010 por Eliana Cárdenas Rojas.

Las referencias bíblicas se toman de la Versión Reina-Valera, ©1960 por las Sociedades Bíblicas Unidas en América Latina, y la Nueva Versión Internacional, ©1999 por La Sociedad Bíblica Internacional.